Alberto Fabra, un hombre pragmático…


Alberto Fabra, hasta hace unos días alcalde de Castellón de la Plana, se ha convertido en presidente de la Generalitat Valenciana por decisión personal de Mariano Rajoy y el consentimiento de Francisco Camps, después de la dimisión obligada del segundo tras ser convocado a juicio por un caso de cohecho.

Los medios de comunicación han elogiado el espíritu dialogante y conciliador del nuevo presidente, en contraste con su predecesor. Bastaron unas declaraciones bienintencionadas para que se le concediera un voto de confianza.

Conciliador sí lo es. En el comité electoral que ha de preparar la campaña de las generales acaba de incluir a miembros de todas las familias y de casi de todas las causas judiciales que el PP tiene abiertas en la Comunidad Valenciana: están David Serra, implicado en la causa Gürtel; Mónica Lorente, por la causa Brugal; Andrea Fabra, hija de Carlos Fabra, ex presidente de la diputación de Castellón que da nombre a su causa; Jorge Bellver, concejal valenciano de urbanismo procesado por prevaricación a favor del empresario Enrique Ortiz, el mismo de las causas Gürtel y Brugal; y Rafael Blasco, que junto a su colaborador Josep María Felip, tienen presentada una denuncia por desvío de fondos de la consejería de Bienestar a ONG’s que destinaban los recursos a fines particulares y presuntamente servían de pantalla a partidos fantasma que minaban el electorado de la oposición. Hasta ha incorporado al sector de Alfonso Rus, el único presidente provincial que no está en el punto de mira de la Justicia. Esto sí es pacificar el partido, implicando a todos. Por algo Valencia fue sede del encuentro mundial de las familias, bien que entonces se aprovechó el evento y la visita del papa para escamotear varios millones de euros cuyo paradero todavía está en busca y captura. No hay como repartir juego y cerrar un pacto de omertá para sellar la lealtad interna.

Alberto Fabra se ha definido como un político pragmático. A fe que lo es. Lleva en el ayuntamiento de Castellón desde 1991 y en 2006 heredó la alcaldía por renuncia de su predecesor. Ha compartido listas electorales con Carlos Fabra, el gran maestre de la Orden del clientelismo Popular en su capítulo provincial. Tan amigo de sus amigos, su carrera se ha realizado siempre a la sombra de su protector, con quien comparte apellido y concepción de la política de partido. Después de los últimos comicios tuvo la ocurrencia de proponer la designación del ex presidente de la Diputación, Carlos Fabra, que en los próximos meses puede comparecer ante el juez para responder de los delitos de tráfico de influencias, incremento patrimonial injustificado y delito contra la Hacienda pública, como concejal no electo, una figura que posibilita disfrutar de la condición y retribución de regidor, sin voto en el pleno pero con las competencias que se le asignen. Carlos Fabra expresó su deseo de asumir la delegación de policía local. Con su peculiar sentido del humor, anunció que le gustaría volver a ser el sheriff del condado. El ofrecimiento no prosperó después de que se levantaran algunas voces internas -¿de la calle Génova, cuartel general del PP nacional?- recriminando la operación.

Alberto el pragmático ha gobernado su municipio con discreción y mano firme, prescindiendo de consensuar nada con la oposición, conservando la herencia que recibió y siguiendo las directrices del gran patrón provincial. Castellón, para quien no conozca la ciudad, debe ser el lugar de España, después del Valle de los Caídos, que conserva más símbolos de la dictadura franquista. El mejor exponente de ese homenaje constante al pasado fascista lo encontramos en el Colegio Público Ramón Serrano Súñer. Se trata de un centro educativo gestionado por la Generalitat que hace unos años, con motivo de su remodelación, conservó el nombre anterior a petición del ayuntamiento de la ciudad, pues éste, con Alberto de concejal, no encontró motivos para alterarlo.

Serrano Súñer, el siniestro ministro de la Gobernación y de Asuntos Exteriores en la inmediata posguerra, el de la alianza con Roma y Berlín, anfitrión de Himmler y de Ciano, amigo de la plana mayor del régimen nazi, durante su juventud residió por breve tiempo en Castellón, donde su padre, ingeniero, ejercía un puesto en el puerto. Una vez encumbrado al poder y después de ser destituido por su cuñado, Francisco Franco, conservó los lazos con la capital de la Plana y sirvió de mediador en las gestiones ante la alta administración de la dictadura. Vamos, un homenaje al clientelismo franquista.

La familia Serrano Súñer, a través de la fundación que perpetúa la memoria de quien bien podía haber sido sometido a un tribunal internacional acusado de crímenes contra la humanidad, concede periódicamente un premio de aplicación a los alumnos del colegio. Con motivo de la visita a la ciudad, las autoridades municipales agasajan a los familiares y les acompaña. Como si del premio Nelson Mandela se tratara. ¿Para qué cambiar las costumbres? Son las credenciales y el talante con el que Alberto Fabra llega a la presidencia de la Generalitat. ¿Es el hombre que precisa la regeneración de la enferma democracia valenciana y de la derecha regional, tan precisada de una refundación después de la escandalosa trayectoria que ha protagonizado en la última década?

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